sábado, 6 de noviembre de 2010

Mi querido Brunetti

Guido Brunetti vive en Venecia, está casado con Paola, con la que tiene dos hijos y odia chocarse con los turistas, cuando va con prisas, camino del trabajo. A menudo, se cruza por delante de sus cámaras; dejando así que se lleven el retrato casual de un Veneciano de pura cepa.

Fue por él por lo que mi madre se animó a acompañarme a Venecia hace ya un par de años. Ante la perspectiva de tan interesante viaje; una de mis tías decidió apuntarse, aunque, por circunstancias llegó un día después.


¡Qué decir de la ciudad! Algo diferente a todo. Las calles son laberintos como esos a los que jugábamos buscando el camino correcto con un lápiz, pero en bonito. Si te equivocas y te topas de bruces con un canal, tienes que dar toda la vuelta. Hay calles que, como si fuese una ilusión óptica, a penas se perciben hasta que no te acercas a la estrecha entrada y ves que, efectivamente, existen. Sólo mencionaré que mi madre y yo paseamos las maletas por medio centro y que tuvimos que anotarnos las calles hacía atrás para saber volver al hotel (hacía la Plaza San Marco estaba todo indicado, pero no al revés, claro). Por suerte, mi tía resultó tener más sentido de la orientación y, en cuanto llegó, se convirtió en la guía oficial.


 A veces, daba un poco de aprensión ver la acentuada inclinación de los campanarios de la ciudad; y cierta pena los desconchones de las fachadas, probablemente producidos por la humedad. La ciudad se cae; de eso no hay duda. La ciudad se hunde, y a veces los turistas han de pasear por la encharcada Plaza de San Marco con plásticos o/y botas de agua, o sobre unas tarimas de maderas que instalan para cuando la marea sube en exceso.


Allí, en San Marco, se encuentra el famoso León de Venecia:

"Cuenta la leyenda que el evangelista Marcos fue sorprendido en la laguna de Venecia por un ángel que lo habría saludado: “Paz a ti, Marcos, evangelista mío!”, expresión que ostenta en el libro abierto que sostiene con sus garras. Estaba destinado, por designio de Dios, a convertirse en el patrono de la ciudad. Otra historia refiere que Marcos habría ascendido a los cielos y regresaría en forma de león alado que luego representaría el poder del gobierno veneciano de la Serenissima.".


También fue impresionante atravesar el puente de los suspiros (los suspiros no eran de los enamorados; si no de los condenados que iban hacía los calabozos) y visitar la celda de la que el mismísimo Casanova escapó. Pero no voy a enrrollarme con más detalles.



Estuvimos una semana, de forma que nos dio tiempo de conocer la ciudad de punta a punta. Un día nos paramos en una plaza y mi madre comentó.

- Por aquí debe vivir Brunetti.

- Sí - le respondí - porque desde su terraza se veía el campanario; quizá sea una de esas...¿buscamos la floristería donde suele comprar flores para su mujer? - le pregunté animada.

- ¿Pero quién es ese Brunetti? - nos interrumpió mi tía confusa - ¿Es alguien de verdad?

Mi madre y yo la miramos extrañadas y dudosas; extrañadas porque no conociese a nuestro buen amigo Guido; y dudosas porque no nos decidíamos cómo responder a su pregunta.

La verdad es que Brunetti es un personaje de ficción; pero tan natural y entrañable que parece que lo conoces de toda la vida cuando te has leído algunos de los libros de la autora; Donna Leon http://es.wikipedia.org/wiki/Donna_Leon . Es Comisario en Venecia y resuelve casos de asesinato bastante creibles. Me encanta cuando llega a casa a la hora de comer; te describen un suculento e interminable menú (italiano, claro) que los protagonistas se comen tan contentos; ¡como si alguien pudiese comerse todo eso! pero lo cierto es que apetece probarlo.




Para terminar, diré mis dos únicas críticas a Venecia:

La primera es que han convertido todos los bajos de las calles del centro en un escaparate para turistas; todo son tiendas y restaurantes en hilera, hasta que te alejas un poco.

Lo segundo, que te cobran muchísimo por comer regular; como no es fácil salir de Venecia se aprovechan y te clavan a gusto. Si alguien se toma un café en alguna de las cafeterías de San Marco, que sepa que cuesta unos ocho euros. Pero aunque no sea en esa plaza, te pegan la puñalada en mayor o menor medida.

Por último, animaros a tod@s a visitar Venecia antes de que se caiga y se hunda en las profundidades de mar... y por supuesto, a leer las aventuras de mi querido Brunetti, si es que os gusta la novela "negra".

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